Desde el inicio de la crisis económica en 2007 el eje de coordenadas en el que el pensamiento político de las democracias occidentales se desarrollaba ha explotado. Vivimos aún en la confusión que ha provocado esta explosión y así, al desaparecer los referentes básicos, las ideas y los conceptos políticos se están ahuecando; están perdiendo significado. El resultado es una situación de desorientación generalizada.

Cuando un avión vuela en la noche o en el centro de una tormenta los pilotos necesitan utilizar instrumentos de navegación que les permita saber si vuelan escorados o si están perdiendo o ganado altura. Sin estas referencias los pilotos bien podrían estar a punto de estrellarse contra el suelo y no ser conscientes de ello… hoy todos volamos en medio de la tormenta y hemos perdido nuestros instrumentos de navegación. Veamos algunos ejemplos en los que la confusión y desorientación a la que hacemos referencia son palpables.

Cuando un avión vuela en la noche o en el centro de una tormenta los pilotos necesitan utilizar instrumentos de navegación que les permita saber si vuelan escorados o si están perdiendo o ganado altura. Sin estas referencias los pilotos bien podrían estar a punto de estrellarse contra el suelo y no ser conscientes de ello… hoy todos volamos en medio de la tormenta y hemos perdido nuestros instrumentos de navegación. Veamos algunos ejemplos en los que la confusión y desorientación a la que hacemos referencia son palpables. Comencemos por el partido político que previsiblemente ganará las próximas elecciones generales.

La desorientación en el partido popular es total; aún no han comprendido siquiera las relaciones causa-efecto de la situación económica que nos atenaza, y sólo así, se pueden entender las declaraciones de su portavoz en el congreso en las que explica que ellos no van a dejar la política económica en manos de los sindicatos, sino en manos de aquellos “que saben”: de los economistas, sin haber percibido aún la profunda quiebra en la que el pensamiento económico dominante en los últimos decenios se encuentra. Los fundamentos de esa vertiente de la disciplina económica están en profunda revisión, una vez comprobada su inoperancia a la hora de anticipar o explicar la crisis.

Confusión muestra también uno de los principales productores intelectuales del Partido Popular, José María Lassalle, cuando habla de la obsolescencia del modelo keynesiano aplicado por los socialistas (no sabemos cuando) y cuando se refiere a la necesidad de “modernizar” nuestro sistema económico. Se supone que el modelo keynesiano es viejo, aunque mostrara su máximo vigor en los años 50 y 60, y en cambio considera modernizador un sistema encaminado a minar la negociación colectiva, a privatizar o a debilitar servicios básicos como la sanidad, la educación, o un sistema de previsión social como la Seguridad Social que garantiza nuestras pensiones públicas. Pues bien para el señor Lassalle seguir este camino significa modernizar, cuando en realidad es volver no ya a los años 50 o 60 del siglo XX, sino a los años finales del siglo XIX, cuando, como cualquier alumno medianamente aplicado de 16 años sabe, no existía ni la negociación colectiva ni ningún tipo de sistema público de previsión social. Resumiendo: nuestros nuevos pilotos volaran sin instrumentos de navegación o lo que es peor con instrumentos de navegación estropeados sin saberlo.

Pero la desorientación no se limita al Partido Popular; en el PSOE la última legislatura ha sido una muestra de la pérdida completa de referentes ideológicos. En la genética ideológica de los partidos socialdemócratas estaba el embridar a una economía de mercado que actuando libremente desde finales del siglo XIX estuvo amenazando seriamente a los países europeos con el colapso total hasta el final de la II Guerra Mundial. La socialdemocracia en esencia no era más que eso… en qué punto exacto del camino abandonó su esencia para convertirse en otra cosa es difícil de precisar, pero en todo caso los partidos socialdemócratas de toda Europa mordieron el anzuelo del mercado y ahora no parecen capaces de liberarse.

En las grandes organizaciones sindicales, convertidas a su vez en pesadas organizaciones con tendencia a la esclerosis, aún no han comprendido que el tiempo de los pactos y de las políticas de acompañamiento que durante los años de bonanza les granjeaban el aplauso general ha terminado. No han comprendido aún que la desintegración social que la crisis económica está produciendo no encaja bien con esa política tendente al acuerdo y al pacto. Sus afiliados y simpatizantes se mueven rápidamente, se escoran hacia la izquierda en sus planteamientos y ante la gravedad de la situación reclaman una oposición mucho más decidida e intensa. La situación para las grandes centrales sindicales es grave, ya que, o se mueven junto a sus bases o corren un grave riesgo de quedar en una posición de fuera de juego.

Pese a toda esta confusión y pese a que nuestros desorientados pilotos aún no tienen claro si ganamos altura o la perdemos, si volamos inclinándonos a un lado o a otro, la realidad es que nuestra nave vuela en un claro rumbo de colisión; nuestra democracia se esta suicidando… y no lo hace por el camino del despeñamiento económico, sino por la ignorancia generaliza de una corriente de fondo sorda pero implacable que no cesa de crecer. Nuestra sistema social se deshilacha y empiezan a surgir nuevos posicionamientos morales que rompen con una larga tradición fuertemente asentada en nuestras democracias, aquella que asumía que, pese al individualismo dominante, este tenía unos límites, asumidos en mayor o menor medida por todas las opciones políticas. Los recortes de derechos que en los últimos tiempos observamos no son más que la muestra de la ruptura de ese consenso que reconocía la necesidad de mantener un sistema sanitario y educativo universal, así como un sistema de previsión social que posibilitaba que nuestros ancianos vivieran sus últimos días con dignidad. Paul Krugman en un reciente artículo publicado por El País ponía el acento en este mismo asunto cuando decía: (…) “no creo que la mayoría de los analistas políticos hayan asimilado plenamente [que] en este momento, la política (…) es básicamente una cuestión de opiniones morales diferentes. (…) En el pasado, los conservadores aceptaban la necesidad de que el Gobierno proporcionase una red de seguridad por motivos humanitarios. No lo digo yo, lo decía Friedrich Hayek, el héroe intelectual conservador que manifestaba expresamente en Camino de servidumbre su apoyo a «un sistema general de seguridad social» para proteger a los ciudadanos ante «los peligros habituales de la vida», y destacaba la salud en particular. (…) Ahora, sin embargo, la compasión no está de moda; de hecho, la falta de compasión se ha convertido en una cuestión de principios(…)”. Este es el rumbo que llevamos, y la puerta que estamos comenzando a abrir, la puerta de la deshumanización y la falta de compasión sólo nos puede conducir a ominosos escenarios. Es el momento de volver a orientar de nuevo nuestros ejes morales y políticos y con ellos nuestras acciones, de lo contrario asumimos riesgos enormes.

Juan Seoane. CGT Enseñanza. Huesca.


Fuente: Juan Seoane